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domingo, 14 de noviembre de 2010
Noche a los pies de Booz
Noemí, mi suegra, dijo: «Hija mía, yo quisiera conseguirte un lugar seguro, donde puedas ser feliz. Por otra parte, Booz, el hombre con cuyas servidoras estuviste, es pariente cercano nuestro. Esta noche él estará aventando la cebada en la era. Lávate, perfúmate, cúbrete con tu manto y baja a la era. No dejes que te reconozca antes que termine de comer y beber. Cuando se acueste, fíjate en el lugar donde él esté acostado; entonces ve, destápale los pies y acuéstate allí, Después él mismo te indicará lo que debes hacer». Yo Bajé a la era e hice todo lo que mi suegra me habia dicho.Booz comió y bebió, y se puso alegre. Luego fue a acostarse junto a la parva de cebada. Fuí sigilosamente, le destapé los pies y me acosté. A eso de la media noche, el hombre se despertó sobresaltado, y al incorporarse, vio que había una mujer acostada a sus pies.«Y tú, ¿quién eres?», me preguntó. «Soy Rut, tu servidora, respondí; extiende tu manta sobre tu servidora, porque a ti te toca responder por mí».El exclamó: «¡Que el Señor te bendiga, hija mía! Tú has realizado un segundo acto de piedad filial, mejor que el primero, al no pretender a ningún joven, ni pobre ni rico. Y ahora, no temas, hija mía. Haré por ti todo lo que me digas, porque toda la gente de mi pueblo sabe muy bien que eres una mujer virtuosa. Es verdad que a mí me toca responder por ti, pero hay otro pariente más cercano que yo.Pasa aquí la noche; y mañana, si él quiere ejercer contigo su derecho, que lo haga; de lo contrario, lo haré yo. Te lo juro. Acuéstate hasta que amanezca». Me quedé acostada a sus pies hasta la madrugada, y mee levanté a la hora en que un hombre todavía no puede reconocer a otro, porque Booz no quería que se supiera que había venido a la era. Entonces me dijo: «Trae el manto que tienes puesto y sujétalo bien». Mientras lo sujeté, él midió media bolsa de cebada y puso la carga sobre mis hombros. Después, entré en la ciudad.Cuando llegué adonde estaba mi suegra, me dijo: «¿Cómo te ha ido, hija mía?». Yo le conté todo lo que el hombre había hecho por mi y añadí: «Me entregó esta media bolsa de cebada, diciéndome que no debía volver con las manos vacías a la casa de mi suegra».Noemí respondió: «Quédate tranquila, hija mía, hasta que veas cómo se resuelve todo esto. Seguramente este hombre no descansará hasta arreglar hoy mismo este asunto».
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